Nota del Día: El mundo sobre sus hombros
“Por ti, espresso, que no solo me despiertas, sino que evitas que conteste correos con groserías”

Un shot con más responsabilidad que la ONU / #Tintamanchega

by | Nov 23, 2025 | #ATinta

Rápido, intenso, directo al sistema nervioso: Un héroe líquido que, por eficiencia, ha salvado a generaciones de humanos de llegar tarde al trabajo.

Cada 23 de noviembre el mundo ,’en teoría’, celebra el Día del Café Espresso. Sí, esa fecha crucial, trascendental, indispensable para la vida moderna, que, sorprendentemente, nadie tiene presente. Mientras existen fiestas para todo: el Día del Gato, del Helado, del Emoji de la Berenjena, pareciera que el espresso, pequeño pero grandioso, queda relegado al silencio. Una injusticia histórica, considerando que sin él medio planeta simplemente no funcionaría antes de las 10 de la mañana.

Porque seamos honestos: El espresso carga sobre sus hombros más responsabilidad que muchos líderes mundiales. Es el encargado de despertar cerebros, activar decisiones importantes y evitar que incontables reuniones laborales se conviertan en tragedias diplomáticas. Y aun así, llega su día y nadie hace una fiesta, nadie organiza desfiles, nadie se disfraza de máquina italiana de acero inoxidable. La indiferencia es real y casi ofensiva.

Lo irónico es que el espresso fue creado precisamente para ganar tiempo. Rápido, intenso, directo al sistema nervioso: Un héroe líquido que, por eficiencia, ha salvado a generaciones de humanos de llegar tarde al trabajo. Y, aun así, cuando llega su glorioso aniversario, todos siguen corriendo sin detenerse ni un segundo para decirle: “gracias por mantenerme funcional, pequeño shot”.

El problema es que nos hemos acostumbrado demasiado a él. Lo hemos trivializado, o viralizado. Vemos en la barra ese vasito de 30 ml y asumimos que está ahí por obligación natural, como si saliera mágicamente del suelo. No pensamos en el barista ajustando la molienda milimétricamente, en los productores cultivando café a 1,800 metros, en la máquina rugiendo como un dragón doméstico. No. Solo pensamos: “Uf, lo necesito YA”, y seguimos con la vida. Claro, después queremos que el espresso se sienta apreciado. Ironías modernas.

Este día olvidado también revela uno de nuestros grandes talentos como sociedad: Celebrar lo irrelevante y olvidar lo esencial. Nos sabemos de memoria el Día del Taco, hacemos cuentas regresivas para el Día del Gamer, pero nadie, absolutamente nadie pone un recordatorio para honrar a la bebida que hizo posible que la humanidad llegara a la era digital sin quedarse dormida en la mitad del camino.

Imagínalo por un segundo: Un mundo donde el Día del Espresso sí se celebra en serio. Cafeterías llenas, discursos solemnes, ceremonias con máquinas relucientes como si fueran estatuas nacionales. Baristas lanzando molinillos al aire como si fueran antorchas olímpicas.

Y nosotros, ciudadanos responsables, haciendo brindis emocionados: “Por ti, espresso, que no solo me despiertas, sino que evitas que conteste correos con groserías”. Sería hermoso. Y probablemente el mundo sería un lugar más amable.

Pero no. Lo que ocurre cada 23 de noviembre es lo siguiente: Las personas se levantan, piden su espresso sin saber que hoy es SU día, lo beben en 8 segundos, dejan la taza y continúan su vida, felices e ignorantes. Y el espresso, resignado, sigue cumpliendo su misión: Levantar muertos, lubricar conversaciones, salvar lunes.

Tal vez esa sea su grandeza: No necesita reconocimiento para seguir funcionando. No exige aplausos, no pide medallas. Solo quiere que lo extraigan bien, que no le quemen la vida a 98 grados y que lo sirvan sin despeinarle la crema. Un héroe silencioso, casi estoico.

Así que hoy, si por casualidad te acordaste de esta efeméride, lo cual ya es un milagro estadístico, dale un momento de gloria al pequeño gigante oscuro. Brinda con él. Tómate un segundo para agradecerle su servicio. Porque aunque nadie celebre el Día del Café Espresso, tú y yo sabemos la verdad: Si este shot desapareciera, el caos comenzaría antes del mediodía.

Y quizá, solo quizá, esta vez sí merezca una fiesta. Aunque seamos dos los invitados.

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