Nota del día: Manual de supervivencia
Al límite del costumbrismo Millennial

Convertimos el caos en humor colectivo para no colapsar / #Tintamanchega

by | Dic 2, 2025 | #ATinta

Ser adulto llegó sin aviso: trámites, plantas moribundas, estrés con café y un adulting que se sobrevive. Convertimos el caos en humor colectivo para no colapsar.

Ser adulto, para la generación Millennial, siempre fue algo que iba a pasar “más adelante”. Un día. Cuando la vida estuviera ordenada, cuando el salario alcanzara, cuando dejáramos de desayunar estrés con café y una tostada. Y sin embargo aquí estamos: pagando servicios, regando plantas que se mueren igual, y celebrando como hazañas épicas cosas que deberían venir con tutorial.

En teoría, deberíamos tener todo bajo control. En la práctica, que no se nos queme el arroz o que el agua caliente salga a la primera, ya amerita una ovación. Es lo que pasa cuando te educan para “ser alguien en la vida” y descubres que ese “alguien” básicamente tiene que sobrevivir a una economía que no te quiere, a un mundo que no te espera, y a una lista interminable de contraseñas que nunca recuerdas.

El adulting llegó sin que nadie lo pidiera, como esas actualizaciones del Android que nadie pidió, ni quiere. Y cada día es un nuevo nivel: hoy toca llamar al banco, mañana entender por qué el recibo de la luz parece un acertijo sumerio, y pasado mañana fingir estabilidad emocional en una videollamada de trabajo. Todo mientras sostienes la botella reutilizable que ya es más compañera de vida que cualquier proyecto de estabilidad a largo plazo.

Y claro, siempre está esa duda existencial que aparece de la nada: ¿Esto es ser adulto? ¿Esta colección de trámites, recibos y correos con “cordial saludo”? ¿Este loop eterno entre ansiedad y mandarinas? Porque se supone que ya somos mayores, pero seguimos esperando el momento en que de verdad nos sintamos como tales.

Aun así, la ironía es que somos brillantes para lo que importa: convertir el caos en humor colectivo. Transformar la precariedad en meme, el burnout en punchline. Reírnos del desastre porque si no, ya habríamos colapsado desde 2014. El adulting no se domina; se sobrevive. Y en eso, curiosamente, nos pasamos el juego.

Porque si algo caracteriza a esta generación es la sensación permanente de que todo llega con complejo de Renfe, “un poco tarde”. La estabilidad laboral, las oportunidades, las vacaciones pagadas, incluso el simple derecho a aburrirse un domingo. Mientras tanto, administramos nuestra existencia como quien gestiona una app en formato beta perpetua, llena de errores y parches que prometen mejoras que nunca terminan de llegar.

La vida adulta se convirtió en una colección de “microtareas” que, acumuladas, pesan como si sostuviéramos el mundo. No es que no queramos ser responsables; es que la responsabilidad ya no se parece en nada a lo que nos vendieron. Antes era comprarte una casa. Hoy es recordar cancelar la prueba gratuita del HBO que juraste que no ibas a usar. Antes era formar una familia. Ahora es mantener viva una planta durante más de seis semanas. Y, aun así, a veces ni eso.

Pero los Millennials tienen una habilidad casi antropológica para convertir sus fracasos cotidianos en narrativas compartidas. Esa es quizá su mayor éxito tras la invención del “postureo”: transformar lo trágico en comedia observacional. Y mientras otras generaciones ven esto como una señal de inmadurez, nosotros sabemos que es exactamente lo contrario. Se necesita un temple particular para mirar la propia caída libre y, aún así, encontrarle subtítulos graciosos.

Por eso acumulamos memes como antes se acumulaban vajillas Duralex, figuritas de porcelana o vasos de Yoplait: son nuestro archivo emocional, un testimonio digital de que estamos intentando no perder la cabeza. La catarsis ya no ocurre en terapia; a la cual vamos, claro, pero solo cuando el seguro lo cubre o cuando vendemos alguna reliquia en Vinted. Ocurre cuando compartimos un meme sobre no contestar mensajes hasta que una fuerza divina nos ilumine.

Aún con todo, en medio de todo este caos organizado, hay una especie de ternura generacional. Un reconocimiento silencioso entre quienes tratamos de mantenernos a flote mientras la vida cambia de pantalla y sube el nivel de dificultad sin avisar. Una complicidad colectiva que dice: “Sí, estamos cansados, pero seguimos aquí.” Puede que no entendamos cómo declarar impuestos, pero entendemos perfectamente cómo acompañarnos en el desastre.

Al final, ser Millennial es vivir en esa frontera extraña entre la nostalgia analógica y el agotamiento digital, entre querer un descanso y sentir culpa por tomarlo, entre desear una vida simple y terminar comparando precios de electrodomésticos como si fuéramos nuestros propios padres.

Y tal vez ahí esté el punto. No en dominar el adulting, sino en aceptar que nuestra versión de adultez será como una película con banda sonora de mixes de CD regrabables Verbatim, narrado con memes de “Cuánto cabrón”, “Así va España” o “Asco de vida”, con un plot twist a zumbidos de Messenger, y el picante de lo prohibido del “Chat de Terra”. Una adultez siempre imperfecta, ligeramente caótica y profundamente irónica, pero, también, sorprendentemente humana.

NOTICIAS DESTACADAS

Social Media Auto Publish Powered By : XYZScripts.com