El precio oculto del clickbait: De cuando la curiosidad se convierte en trampa
#Tintamanchega se adentra en las luces y sombras de este fenómeno para entender como afecta a las personas, sobre todo de núcleos urbanos pequeños

Clickbait / #Tintamanchega

by | Oct 15, 2025 | #Manchactual

El clickbait utiliza titulares llamativos y exagerados para captar clics y generar visitas. Aunque atrae la atención, suele ofrecer contenidos pobres y contribuye a la pérdida de confianza en los medios.

«¡No creerás lo que pasó después!» o «Este secreto cambiará tu vida para siempre». Estos titulares, que parecen sacados de un manual de trucos baratos, se han convertido en algo cotidiano en la vida digital. Los vemos en redes sociales y en páginas de dudosa credibilidad, pero cada vez con más frecuencia en medios que hasta hace poco eran considerados serios.

La explicación de este fenómeno está en la propia lógica de nuestra sociedad hiperconectada: la información ya no es un bien escaso, sino un recurso sobreabundante. El ciudadano medio se enfrenta cada día a cientos, incluso miles de mensajes, notificaciones y titulares que reclaman su atención. En ese océano de ruido informativo, captar un simple clic se ha vuelto la moneda más valiosa. Y ahí es donde el clickbait encuentra un terreno fértil.

El término clickbait proviene del inglés: click (clic) y bait (anzuelo). Es, literalmente, un “anzuelo de clics”. Su objetivo es atraer la atención del usuario y provocar que pinche en un enlace, normalmente a través de un titular o una imagen sensacionalista.

Imagen de Clickbaiting / No copyright
Imagen de Clickbaiting / No copyright

El clickbait explota un rasgo básico de nuestra mente: la curiosidad. Los titulares diseñados con suspense o exageración, crean una especie de “brecha cognitiva” (curiosity gap), que nuestro cerebro busca cerrar casi de forma automática. A ello se le adhiere el recurrir a emociones intensas, como sorpresa, indignación, miedo o morbo, que activan respuestas rápidas, muchas veces, sin reflexión crítica. El resultado: clicamos antes de pensar, y con frecuencia nos sentimos defraudados después.

Puedes reconocer el clickbait por varios rasgos comunes. Generalmente, usa exageración y superlativos, con adjetivos extremos como «increíble» o «jamás visto» para generar expectativa. También recurre al suspenso artificial con titulares incompletos que crean un vacío informativo. A menudo, apela directamente a las emociones fuertes, como la indignación, el morbo o el miedo, ya que estas emociones tienen una alta probabilidad de viralizarse.

Además, es frecuente que se acompañe de imágenes o miniaturas manipuladas, como rostros con expresiones exageradas, colores llamativos y símbolos como flechas o círculos. Por último, una señal clara es la diferencia entre el titular y el contenido real, donde lo prometido no se corresponde con lo que se encuentra al abrir la noticia.

La idea no es nueva: la prensa sensacionalista ya usaba titulares exagerados para atraer compradores en los kioskos. La diferencia es que, en la era digital, el clic no busca vender un ejemplar, sino generar tráfico web y, con ello, ingresos publicitarios.

Un fenómeno nacional, con impacto local

El clickbait se ha vuelto un fenómeno transversal que está presente en casi todos los espacios digitales. En las redes sociales como Facebook, Twitter/X y TikTok, los algoritmos priorizan los contenidos que generan interacción, y los titulares emocionales o sensacionalistas son muy efectivos para provocar clics y compartidos. Las plataformas de vídeo como YouTube también son un terreno fértil para el clickbait visual, con miniaturas que usan colores estridentes y caras con expresiones exageradas para atraer la mirada. Aunque era más común en blogs y páginas de entretenimiento, incluso medios digitales consolidados como periódicos tradicionales en España han incorporado ocasionalmente fórmulas de clickbait en sus versiones online para competir por las visitas en el mercado de la información.

Aunque el clickbait se asocia a menudo con los grandes medios, el fenómeno no se queda en Madrid o en las grandes capitales. También se filtra en entornos más pequeños, donde los medios locales compiten en un mercado mucho más reducido y con recursos limitados. Para ganar visibilidad y atraer lectores, las páginas de noticias locales o los perfiles en redes sociales también recurren a este tipo de titulares.

Los medios actuales, se han visto inmersos en una transformación digital que obliga a cambiar los modelos de negocio, que ya no se apoya en las ventas, sino en clics. Estos modelos, hacen que los pagos por publicidad se realicen a través de estudios que de “audiencias” que evalúa y paga en función del tiempo, el volumen de páginas y, sobre todo, de clics. No importa la calidad de la publicación, el trabajo del periodista, o si el público está interesado. Importa que el lector pinche.

Ahí es donde entra en juego la estrategia de clickbait, que, aprovechando la ventana de curiosidad, engaña a nuestra mente para provocar un clic que genere la posibilidad de ingreso.

Para muchos medios, cuyo sustento es precario tras la digitalización y el cambio de modelo, ha sido un pequeño “ventolín” para este momento tan singular. Pero este efecto puede llegar a ser totalmente contraproducente. Este tipo de estrategia hace que el público pierda confianza en los medios, por lo que deja de utilizar estas vías, lo que hace que aumente la necesidad de este tipo de estrategias, que, a la vez, son las provocadoras de esta pérdida de confianza. Las visitas suben, puede parece un éxito, pero deja de ser necesario el trabajo del periodista o del redactor, poniendo en riesgo su trabajo en post de un mercado que solo necesita producir en masa.

¿Cómo afecta a las personas?

El clickbait no es un truco inofensivo; tiene efectos reales en la sociedad y en las personas. Uno de los principales es la desinformación y la percepción distorsionada de la realidad, ya que al priorizar lo llamativo sobre lo relevante, desplaza noticias de interés público en favor de sucesos impactantes o controversias artificiales. Esto lleva a una pérdida de confianza en los medios; cada vez que un lector hace clic y se siente defraudado, su confianza se erosiona, lo que puede derivar en un cinismo informativo.

También contribuye a la sobrecarga y el ruido informativo, dificultando que el ciudadano pueda discriminar lo importante de lo accesorio. A nivel psicológico, su recurso a la manipulación emocional fomenta reacciones impulsivas y polarizadas, convirtiendo la información en un producto diseñado más para provocar que para informar. Finalmente, a nivel democrático, debilita la función social de la prensa, ya que el ciudadano mal informado es más vulnerable a la manipulación.

Pero aquí el efecto puede ser todavía más delicado. En comunidades pequeñas, como por ejemplo en Ciudad Real, la confianza en el medio local es clave y las noticias tienen un impacto directo en la vida diaria. Cuando un titular engañoso habla sobre un suceso en la plaza o una decisión municipal, la pérdida de credibilidad no solo afecta al medio, sino que puede minar la confianza de todo el tejido social.

Recreación caricaturesca generada por IA de una publicación con clickbait / #Tintamanchega
Recreación caricaturesca generada por IA de una publicación con clickbait / #Tintamanchega

Un titular alarmista sobre un delito en la ciudad puede generar una sensación de inseguridad generalizada, aunque las cifras de criminalidad sean bajas. De igual manera, una noticia local sobre política o un conflicto vecinal presentada de forma sensacionalista puede generar alarma innecesaria y distorsionar la percepción de la vida en la comunidad.

¿Cómo protegerse y defender el periodismo local?

Como ciudadanos, no somos indefensos frente a este anzuelo de clics. El ejercicio de la responsabilidad es todavía más relevante en un entorno local. No compartir titulares locales sin haber verificado el contenido es clave, ya que una noticia mal interpretada puede afectar directamente la convivencia del día a día. Es crucial leer más allá del titular, la autoría, revisar la fuente y contrastar la información en distintos medios.

Cuando un medio local recurre a este tipo de técnicas, el dilema es mayor. El periodismo no debería estar al servicio de los clics, sino de la verdad. Debería fomentar el trabajo de nuestros buenos profesionales y la buena calidad, no de la producción en masa. En comunidades pequeñas, la credibilidad se construye sobre la honestidad informativa.

En un momento en el que, según el Instituto Reuters, solo un 33% de los españoles confía habitualmente en las noticias, la pregunta es inevitable: ¿Puede un periodismo, incluso el local, que se alimenta de titulares engañosos seguir llamándose periodismo?

NOTICIAS DESTACADAS

Social Media Auto Publish Powered By : XYZScripts.com