Nota del Día: Abrir la puerta, una forma de volver a estar juntos
La Ruta de los Patios de Villanueva de los Infantes trasciende la visita turística para recordarnos que la convivencia, como las flores, solo florece cuando se cuida lo común

Recreación de un patio a partir de la web de turismo de Villanueva de los Infantes / #Tintamanchega

by | Oct 13, 2025 | #Manchacultura

En Villanueva de los Infantes, la XII Ruta de los Patios convierte casas solariegas en espacios compartidos. Más de veinte patios se abren con teatro, música y gastronomía, pero, sobre todo, con hospitalidad. Entre luz de tarde y flores, la fiesta revela un patrimonio vivo: La comunidad. Abrir la puerta es también una forma de estar juntos.

Este fin de semana y hasta el 19 de octubre, Villanueva de los Infantes vuelve a llenarse de flores, risas y curiosos. Se celebra la XII Ruta de los Patios, una tradición nacida hace más de una década del impulso vecinal y cultural de abrir las casas solariegas al público para reivindicar la belleza de lo cotidiano y el valor de la convivencia.

Arraigada en el alma manchega del Siglo de Oro, la iniciativa ha crecido hasta convertirse en una cita que mezcla arte, historia y comunidad. Más de veinte patios se abren al público para ofrecer teatro, música, gastronomía y, sobre todo, una experiencia: la de volver a encontrarse.

Cada patio que se abre estos días es también la historia de familias que dedican semanas a limpiar, pintar y adornar; vecinos y vecinas que ceden sus espacios; asociaciones que coordinan visitas. Lo que podría haber quedado en una postal turística se convierte así en una fiesta colectiva, en una pequeña revolución de convivencia.

En una época en la que las relaciones se reducen a pantallas y notificaciones, un patio abierto es casi un acto de insumisión. Es una manera de decir que todavía hay espacios donde la vida compartida importa, donde las conversaciones no necesitan filtro ni “me gusta”. Los patios de Infantes, como los corrales manchegos, nacieron de una arquitectura pensada para convivir, con ventanas que miran hacia dentro, vecinos que comparten sombra, agua y confidencias.

Durante siglos, el patio fue el corazón de la casa. Allí se cocinaba, se charlaba, se cantaba, se tomaba el fresco al caer la tarde. Era el lugar donde se mezclaban generaciones, donde el tiempo se ralentizaba y el espacio se hacía común.
Hoy, cuando los ritmos urbanos y la vida digital nos empujan al aislamiento, basta recorrer las calles de muchos pueblos de nuestra Mancha para descubrir que no todo está perdido.

En su sencillez, el patio encierra una metáfora poderosa. Es un espacio abierto y cerrado a la vez. Resguarda del sol y de la intemperie, pero invita a entrar. Representa esa frontera porosa entre lo íntimo y lo común, entre la casa y la calle.
Por eso, cuando los habitantes de Infantes abren sus patios, no solo enseñan su patrimonio: recuperan una forma de estar juntos. Y eso, en un tiempo de puertas blindadas y vecinos desconocidos, vale más que cualquier guía turística.

El filósofo Byung-Chul Han escribió que “la comunicación actual es comunicación sin comunidad”. El autor describe que la sociedad contemporánea se ha vuelto una suma de individuos agotados que ya no saben convivir. Quizá en estos pueblos manchegos quede un antídoto contra esa soledad. Un banco a la sombra y un plato compartido con un saludo que no necesita emojis.

La Ruta de los Patios no es solo un evento cultural. Es una declaración de principios: cuidar lo común, poner en valor lo sencillo, reivindicar la hospitalidad como forma de patrimonio. Las instituciones lo presentan como un impulso turístico, que lo es, pero su verdadero valor está en los vínculos que se reactivan, en el orgullo de pertenecer, en los niños que aprenden que abrir la puerta puede ser también un gesto de generosidad. En lo invisible.

Cuando el visitante cruce uno de esos patios, tal vez no se lleve solo una foto bonita. Tal vez recuerde que, detrás de cada maceta y de cada reja, hay una idea de vida que merece seguir floreciendo: la de una comunidad que se reconoce, que comparte y que abre la puerta.

En tiempos de soledad conectada, los patios de Villanueva de los Infantes nos enseñan que todavía hay lugares donde se puede convivir sin prisa y sin ruido. A veces, la verdadera modernidad consiste en volver a sentarse juntos, bajo la parra, a hablar.

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