Miguelturra amaneció ayer con un aire especial. En el Centro de Día se respiraba algo más que entusiasmo. Era memoria en movimiento. Vecinos y vecinas de todas las edades se reunieron para elegir las palabras y el refrán que mejor representan el alma churriega.
Fue una fiesta sencilla y auténtica donde se votó entre risas, anécdotas y cánticos. Al final, seis palabras se alzaron como emblemas de la identidad local: Dómine, andorrero, banduendo, escajonao, enca y galga.
El refrán elegido para coronar la jornada, y pronto, un mural, fue tan sabroso como la tierra que lo inspira: “Si la torre gorda fuera de azúcar, estarían los churriegos chupa que chupa.” Con humor y ternura, condensa ese espíritu popular que convierte el ingenio en espejo de la vida. Miguelturra, por un día, se escuchó a sí misma.
Esta jornada forma parte del proyecto europeo “De tal cepa, tal sarmiento”, impulsado por ElKambio y cofinanciado por el Cuerpo Europeo de Solidaridad.

La iniciativa recorre cinco localidades de Castilla-La Mancha: Carrión de Calatrava, Poblete, Belmontejo, Corral de Almaguer y Miguelturra. Todas ellas comparten un propósito tan sencillo como poderoso, revalorizar el habla y la identidad manchega a través de la participación ciudadana.
En cada pueblo, las palabras se convierten en arte, las calles se llenan de expresiones propias y los vecinos se reconocen unos a otros a través de lo que dicen y cómo lo dicen.
En tiempos donde la uniformidad parece el precio de la modernidad, este proyecto rompe el esquema demostrando que la diversidad cultural empieza por el acento. Que una palabra dicha con la cadencia del lugar es, en sí misma, una obra de arte.
Pero más allá de la anécdota lingüística, “De tal cepa, tal sarmiento” pone en la palestra un tema profundo: El lenguaje como memoria viva.
Las palabras que heredamos son mucho más que sonidos; son mapas emocionales. En ellas está la forma en que nuestros abuelos entendían el mundo, la manera en que nombraban lo cotidiano o el humor con que enfrentaban la dureza del campo o la distancia. Cada término local es una huella del alma colectiva, una pieza pequeña que, si se pierde, hace tambalear la arquitectura de la identidad.
El habla vive en la boca de quien la usa y muere cuando se calla. Por eso, iniciativas como ésta no son un ejercicio de nostalgia, sino una apuesta por el presente. Cuando una joven de Miguelturra aprende qué significa “andorrero” o “escajonao”, no sólo amplía su vocabulario, recupera una forma de ver el mundo que estaba en riesgo de olvido.
El proyecto también invita a un diálogo intergeneracional urgente. En la jornada churriega, las personas mayores explicaban las palabras que los más jóvenes desconocían. Entre risas y curiosidad se tejió un puente. Ese gesto, compartir una palabra, es en realidad un acto de transmisión cultural. El lenguaje es herencia, pero sólo se hereda si hay quien escuche.
En un contexto europeo donde se busca la cohesión sin perder la singularidad, “De tal cepa, tal sarmiento” propone una respuesta desde lo simbólico: las raíces no son cadenas, son savia. Europa se construye no borrando acentos, sino escuchándolos. Lo local no se opone a lo universal, lo enriquece. Un refrán manchego puede dialogar con un proverbio polaco o una canción siciliana, porque todos nacen del mismo impulso humano de nombrar lo que se ama.
Revalorizar el habla es también reivindicar el derecho a pertenecer. En un mundo que nos empuja a la velocidad y a la dispersión, recuperar nuestras palabras es una forma de encontrar el camino a casa. Cada vez que alguien dice “galga” o “banduendo” sin sentir vergüenza de sonar rural, algo importante sucede: La cultura se defiende a sí misma.
De ahí el acierto del título del proyecto: De tal cepa, tal sarmiento. La cepa es la raíz, la tradición, el tronco del que venimos. El sarmiento, la rama nueva, el brote que mira al futuro. Si la cepa es fuerte, el sarmiento crece con vida. Si las raíces se descuidan, el fruto se marchita.
Hoy Miguelturra ha demostrado que la tradición puede ser creativa, que el pasado no es un lastre sino un punto de apoyo del cual aprender.
Ese es el mensaje final: No hay cultura sin palabra, ni palabra sin comunidad. En cada expresión local late que somos lenguaje, y que mientras sigamos hablando, seguiremos perteneciendo.
Porque, al fin y al cabo, de tal cepa, tal sarmiento.
