Los 17 de noviembre el calendario nos marca tres efemérides que, a primera vista, podrían parecer independientes. El Día Internacional de los Estudiantes, el Día de la Lucha contra el Cáncer de Pulmón y el Día de Acción para la Eliminación del Cáncer de Cuello de Útero. Pero si algo define este tiempo que vivimos, es la necesidad urgente de tejer vínculos entre realidades que comparten una raíz común: La conciencia, la educación y la acción colectiva.
España, como buena parte del mundo, atraviesa una etapa de tensión sanitaria y social. Las listas de espera crecen, la prevención se descuida y la educación en salud sigue siendo la gran olvidada del sistema. Mientras tanto, una nueva generación de estudiantes intenta hacerse oír entre algoritmos, precariedad y desinformación.
El cáncer de pulmón continúa siendo el más letal en nuestro país. La mitad de los casos se diagnostican en fases avanzadas, y el tabaco, ahora camuflado en modas como el vapeo, sigue siendo un enemigo cotidiano que la publicidad, los hábitos y la falta de control normalizan.
El cáncer de cuello de útero, por su parte, es el ejemplo más claro de cómo la prevención salva vidas. La vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) y los programas de cribado, los de verdad, pueden evitar casi todos los casos, pero la desigualdad en el acceso y la falta de información aún condenan a demasiadas mujeres.
Ambas enfermedades son la expresión mas alta de que sin educación, no hay salud pública efectiva. La prevención comienza en las aulas, en la conversación familiar, en el ejemplo social, pero también, en el cuidar a nuestros futuros médicos. Y ahí es donde el Día Internacional de los Estudiantes encaja como el tercer vértice de esta fecha, porque la educación, en su sentido más amplio, es la mejor vacuna contra la ignorancia, el miedo y la pasividad.
Los y las jóvenes que hoy estudian no solo son los profesionales de la Salud, periodistas, docentes o investigadoras del mañana; son también quienes pueden transformar los hábitos, exigir políticas responsables y construir una sociedad más consciente. La educación, entendida como compromiso cívico, es el punto de partida para erradicar enfermedades, desigualdades y silencios.
Este 17 de noviembre, España haría bien en mirarse al espejo de su sistema sanitario y educativo, y más, con todo lo que estamos conociendo poco a poco.
Necesitamos menos discursos vacíos y más políticas de educación y de prevención real; menos cifras y más humanidad. Porque cuidar la salud y formar el pensamiento crítico son, en esencia, dos caras de la misma moneda.
La educación salva vidas, y la salud da sentido a la educación. Entenderlo es una responsabilidad compartida. Y empieza hoy, en las aulas, en los hospitales, en cada conversación que elige la conciencia frente a la indiferencia.
