Nota del Día: La ciudad que olvidó a sus jóvenes
Las políticas urbanas adultocéntricas han reducido la presencia juvenil en el espacio urbano a una anomalía que debe gestionarse y guetificarse

El vacío urbano no está en las calles, sino en la ausencia de quienes deberían habitarlas / #Tintamanchega

by | Oct 22, 2025 | #ATinta

Las ciudades expulsan a su juventud en nombre del orden. Pero una ciudad sin jóvenes no es segura: es una ciudad sin futuro.

Las ciudades han dejado de pertenecer a quienes las viven y han pasado a servir a quienes las administran.

En ese tránsito silencioso, los jóvenes, históricamente los habitantes más vitales del espacio urbano, han sido los primeros en ser expulsados. No por decreto, sino por diseño: por la acumulación de normas, de mobiliario hostil, de sospechas, de consumo obligatorio.

En la ciudad contemporánea, la juventud se ha convertido en una presencia incómoda.

Donde antes había plazas abiertas, hoy hay terrazas de pago; donde antes bastaba con reunirse, hoy se exige justificar la estancia. Se puede circular, pero no permanecer.

La calle, ese espacio natural de encuentro, experimentación y libertad, ha sido sustituida por escenarios regulados donde todo está permitido, si se paga.

El resultado es una paradoja: ciudades que se proclaman vivas, pero que han vaciado su pulso más genuino. El ruido, la música, el juego, la improvisación, los gestos que daban textura humana al espacio público, son ahora signos de desorden.

La juventud, en lugar de ser reconocida como motor de energía cívica, se percibe como un riesgo a controlar. De ahí que los jóvenes se abran espacio online, en las redes o donde sea. Porque siempre encontrarán su espacio.

Hemos construido urbes adultocéntricas, funcionales, diseñadas para la eficiencia y el consumo. Ciudades que celebran la vitalidad solo cuando está domesticada por la programación cultural, en espacios muy concretos o la industria del ocio.

Los jóvenes son bienvenidos mientras compran, pero sospechosos cuando simplemente están.
Y así, la vida urbana se reduce a una coreografía previsible, sin azar ni mezcla, donde el derecho a la ciudad se confunde con el derecho a consumirla.

Pero una ciudad que expulsa a sus jóvenes se condena a la inmovilidad. Porque en la juventud reside la capacidad de imaginar lo que todavía no existe, de habitar el espacio con curiosidad, con deseo, con error. Negar ese derecho no solo empobrece a una generación, empobrece a todos.

Reimaginar la ciudad joven no significa llenarla de festivales o de “espacios juveniles”. Significa devolver el valor de lo común, permitir la estancia sin propósito, aceptar un poco de ruido como signo de vida.

Las plazas, los parques, los bancos, las esquinas: esos lugares mínimos donde la ciudad se vuelve conversación. El urbanismo del futuro no será el que construya más infraestructuras, sino el que se atreva a confiar en su propia juventud.

Porque no hay ciudad moderna sin jóvenes. Y no hay juventud posible sin ciudad.

NOTICIAS DESTACADAS

Social Media Auto Publish Powered By : XYZScripts.com