Sé que lo que voy a compartir es una quimera, un deseo recóndito que sabe que no puede asomar la
cabeza al exterior porque es tan hipotético y personal que casi se avergüenza de mostrarse.
Amy Winehouse murió el 23 de julio de 2011, hace 14 años. Y pasó a formar parte del desgraciado Club de
los 27. Y es que antes que ella, otros referentes musicales habían transitado ese camino cruel, insolidario –los
necesitábamos como al agua– y malencarado, ese camino devastador que segó las vidas y las carreras de sus
víctimas a los 27 años y nos dejaron, uno tras otro, huérfanos.
El devastador club de los 27
Brian Jones, multinstrumentista del grupo The Rolling Stones, murió con 27 añitos; Jimmy Hendrix, amo de
la guitarra y la psicodelia, a los 27 también; Janis Joplin, diosa del rithm’n’blues a los 27; Jim Morrison, alma
mater del grupo The Doors y maestro de lo incógnito, con 27 años; Kurt Kobain, padre del Grunge y luz del
postpunk, con 27 años… y otras decenas de referentes entregaron la cuchara a edades obscenas. Hartos de
estar hartos. Y nos dejaron huérfanos demasiado pronto, sin llegar a cumplir 28 años.

Amy Winehouse declaró a los medios: «en 2014 cumpliré 30 años y tendré un bebé». Ni una cosa ni la otra.
La autora de tantas maravillosas canciones –no solo las cantaba, sino que las componía– acabó con todo sin
querer, pero con poderosas razones para doblar la servilleta, dado cómo maltrató su cuerpo durante demasiado
tiempo.
Un prestigioso crítico musical inglés (los ingleses serán lo que son, pero en música nos dan mil vueltas a todo
el planeta) comenzó una crítica de un concierto de Amy Winehouse con estas palabras: «No llegará a los 30
años, pero Amy es maravillosa…» No sabía el crítico que escribía una profecía maldita y asquerosa.
Pude ver a Amy Winehouse en Madrid. Hace mucho, en julio de 2008 –recién despedido de la empresa
donde trabajé 11 años y con la ‘bajona’ típica de ver tu carrera profesional tambalearse– en el festival Rock in
Rio de Arganda del Rey, y su desempeño fue una pasada. No fue un concierto al uso porque fue un festival y actuaban otras estrellas, pero fue una horita maravillosa.


«Un prestigioso crítico musical inglés comenzó una crónica de un concierto de Winehouse con estas palabras: ‘No llegará a los 30 años, pero Amy es maravillosa…᾿‚ No sabía el crítico que escribía una profecía maldita»
Hay metemierdas que lo critican, pero los que estábamos allí lo disfrutamos de lo lindo. Ni estaba pasada de drogas ni creo que (de técnica musical no sé nada) desentonara una sola nota. Se explayó a gusto y pude cantar con ella a voz en cuello Back to Black, Love is a Loosing Game, Rehab y Valery, entre otras maravillas que salían por su garganta para abrazarnos y consolarnos de nuestras vidas. Ya me vale, a ver quién pude decir lo mismo. Gozo total. ¡Y va… y se nos pira…! ¿¡cómo!?
Retroperspectiva
Me pregunto qué sería del mundo actual con influencias mediáticas y culturales (del club de los 27 o de otros
clubes nefastos) hubieran resistido, como Janis Joplin, Jim Morrison, George Harrison, o en otras facetas
artísticas, como Jackson Pollock o Andy Warhol (que rondarían ahora la centena, pero que habrían arropado
y conducido la cultura del planeta hasta hace bien poco tiempo).
Y en la esfera social global, qué sería del mundo actual con un Martin Luther King, un Malcom X o incluso un John F. Kennedy (¡fijaos hasta dónde llego… pero es que el panorama actual es como para echarse a temblar!), que también rondarían la centena, pero que bien podrían haber dejado un poso sustancioso en la conciencia mundial de buena parte del final del siglo XX y, con suerte, principios del XXI.
No sería lo mismo. No sé si mejor o peor (intuyo que mucho mejor) pero desde luego, diferente. ¿Quién
puede saberlo? De este porte de grandeza intelectual, a mí solo me queda Noam Chomsky, que los dioses lo
guarden algún año más…
Por cierto, Chomsky tiene actualmente 96 años, así que es coetáneo de estos referentes culturales que os he mencionado arriba, lo que demuestra que si los miembros del club de los 27 hubieran aguantado más, el mundo, probablemente, sería bastante mejor… ¿o se trata quizás un delirio de «abuelo cebolleta»? Y otro «por cierto» más: en lugar de celebrar la Navidad yo celebro el nacimiento de Chomsky, el 7 de diciembre, porque lo vi en una película y me gustó la propuesta.

Y ese es el desasosiego que nos dejó Amy Winehouse, que fue la última en rendirse sin querer, y retirarse para
siempre. Y nos quedamos perplejos y balbucientes: «ppero… pppee… peroooo…».
Y es que el arte no tiene porqué servir para nada. No está obligado a guardar mensajes a la sociedad ni a
marcar el horizonte de nada. Debe existir por su pura belleza estética (¿vale la redundancia?). Simplemente,
porque es Arte… Pero ¿qué decir de los artistas? A los artistas sí que los veo obligados. Son esos personajes
imprescindibles que deberían vivir siempre.
Como eso es imposible, necesito creer que los artistas sí que tienen que servir para abrir caminos, para lanzar desafíos, para aplicar soluciones estéticas y éticas que nadie ha pensado antes, con anterioridad a que desaparezcan y se nos apague otra luz del tren de la civilización que debería avanzar y no retroceder, como sin duda que está ocurriendo.
No es elitismo. Elitismo sería designar a una casta, familia o grupo concreto como encargado de revelar lo
bueno del ser humano. Y eso sería una aristocracia falsa.
«El arte no tiene porqué servir para nada. No está obligado a guardar mensajes a la sociedad. Pero ¿qué decir de los artistas? A los artistas sí que los veo obligados. Son esos personajes imprescindibles que tienen que abrir caminos, desafíos, y soluciones estéticas y éticas que nadie ha pensado antes»
Lo que lamento es no poder aprovecharnos de que una mente privilegiada aparezca de pronto sin anunciarse,
y brille con una luz personal deslumbrante, sin apropiaciones ni plagios. Esa gente brillante tiene una carga
pesada, pero que necesitamos los demás: esas personas a las que la materia gris no nos da para tanto.
¿Qué les queda ahora a la chavalada?
Me da miedo pensar qué será de la vida de nuestros hijos (de los nietos ya ni hablamos) con los referentes
culturales actuales: personajes de los que se destacan las abultadas cuentas bancarias u otros los valores que
también tienen que ver con las cantidades y no con calidades o cualidades: «¿cuánto cobra por película la
actriz más cotizada?», o «la que más followers alcanza en las redes sociales», «¿quién ha desbancado a Elon
Musk como el hombre más rico del mundo?», «¿cuántos miles de millones factura Zara en todo el mundo?»,
«¿qué hacer para ganar dinero rápido, rápido, rápido?».

Lo tienen complicado los jóvenes de ahora a los que mucho resentido critica sin piedad ni empatía. Pero, ¿de
dónde van a tirar esos nuevos espíritus inquietos?, ¿qué pasará cuando nos quedemos sin Banksy?, ¿vendrá
Bad Bunny a resolverlo?
¿Quién es la referencia ética ahora en la cultura de masas y qué coño nos va a aportar? Espero, proceloso,
respuestas. Por favor.
