Nota del Día: En cada miga, el alma de La Mancha
En el Día Mundial del Pan y de la Alimentación, Ciudad Real reivindica el valor de su pan como raíz, identidad y memoria viva de La Mancha

El pan, raíz y orgullo de nuestra tierra / #Tintamanchega

by | Oct 16, 2025 | #Manchacultura

En el Día Mundial del Pan y de la Alimentación, Ciudad Real celebra su tradición panadera y reivindica el valor del pan como símbolo de identidad, historia y esperanza. En cada miga late el alma de La Mancha.

Cada 16 de octubre el mundo celebra el Día Internacional del Pan y el Día Mundial de la Alimentación, dos conmemoraciones que nos invitan a volver a poner la vista en lo esencial. En un tiempo de dietas y comidas fugaces, el pan sigue siendo ese hilo invisible que une generaciones, mesas y recuerdos. No hay alimento más humilde ni más universal; en cada miga late una historia de manos, de tierra y de vida.

Desde 2006, el Día Internacional del Pan honra al alimento más antiguo y universal, coincidiendo con el Día Mundial de la Alimentación, instituido por la FAO en 1979. Ambas fechas comparten espíritu: recordarnos que el pan, hecho de harina, agua y paciencia, sigue siendo símbolo de sustento y de unión.

En España, aunque el consumo medio ha caído de más de 100 kilos por persona al año a poco más de 30, el pan continúa ocupando un lugar sagrado en nuestra mesa, esa que aún se considera completa solo cuando en ella hay pan.

El pan ha sido, desde los albores de la civilización, símbolo de trabajo y esperanza. Romper el pan ha significado siempre compartir; amasar, cuidar; hornear, esperar. En torno a él nacieron refranes, costumbres y plegarias. En cada casa, su olor llenaba de sentido la palabra “hogar”. No es casualidad que, cuando decimos “ganarse el pan”, estemos hablando de dignidad y esfuerzo.

Y si hay un lugar donde ese valor se entiende con alma, es La Mancha. Tierra de horizontes amplios y trigales infinitos, donde el pan es raíz y sustento, cultura y paisaje. De sus campos dorados nacen los granos que dan vida a panes que son memoria y orgullo.

En los viejos hornos comunales de La Mancha, cada familia marcaba su hogaza con una cruz, o con las iniciales del apellido, antes de dejarla fermentar junto a las de sus vecinos. Era un gesto práctico, pero también de fe. La cruz sobre la masa era una petición de amparo y buena fortuna. En torno a esos hornos no solo se cocían panes, sino también comunidad y memoria.

En Ciudad Real, el pan tiene nombre propio y apellido: El Pan de Cruz, reconocido con Indicación Geográfica Protegida (IGP) desde 2004. Su miga blanca y apretada, su corteza firme y su característica cruz grabada lo convierten en emblema de la panadería manchega.

Más de 400.000 piezas se hornean cada año bajo este sello, en pueblos como Almagro, Calzada de Calatrava, Bolaños, Valdepeñas o Daimiel, donde los panaderos repiten, con orgullo, los mismos gestos que sus abuelos.

Pero no camina solo: El pan candeal manchego, las hogazas rústicas que perfuman los hornos de los pueblos, la torta del pastor cocida entre brasas, el pan de mosto que endulza las vendimias, las tortas de Alcázar, aceitosas y tiernas, o los nuevos panes de espelta y centeno, que rescatan lo antiguo para hacerlo futuro.

Con el paso de los años, y a pesar de que la vida ha cambiado muchas de nuestras costumbres, miradas o credos, todos ellos y sus distintas expresiones son muestra de un mismo idioma: El del «pan nuestro de cada día».

Cada uno cuenta un fragmento de la historia de nuestra provincia. La del jornalero que compartía un mendrugo en el campo, del niño que llevaba el pan caliente envuelto en un paño, de la abuela que cruzaba la masa antes de meterla al horno “para que Dios la ayudara a subir”.

El pan es también lenguaje cultural. Cervantes lo dejó escrito en El Quijote, donde el pan y el vino eran sinónimo de abundancia y dignidad. Aún hoy, en muchos hogares manchegos, se evita colocar el pan boca abajo por respeto; y antes de hornear, se hace la señal de la cruz sobre la masa. Son pequeños ritos que hablan de una relación emocional con el alimento, de un respeto heredado por generaciones.

Hoy, en Ciudad Real, el pan no solo se come, sino que se honra. Se reivindica como patrimonio, identidad, sabor y símbolo. En tiempos de uniformidad y prisas, el pan nos recuerda que somos una tierra que se amasa con paciencia, que fermenta con historia y que se cuece a fuego lento en el horno de la memoria.

Porque defender el pan es defender nuestra forma de vivir, de compartir y de sentir. Y en cada corteza dorada, en cada miga blanca, vive aún el alma de La Mancha.

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