En la tierra de horizontes dorados y molinos que contemplan el viento, llega un día para afinar corazones y levantar cuerdas. Hoy, en este rincón de La Mancha donde la llanura se convierte en escenario, celebramos el Día Internacional del Músico, jornada dedicada a quienes hacen resonar las cuerdas, las pieles y los vientos, a quienes saben que la música no solo se escucha, sino que se vive.
Aquí, donde el cierzo juega con el trigo y los pueblos se reúnen en la plaza al caer la tarde, la música suena con raíces profundas. No es raro escuchar el rasgueo de una bandurria, el repique de una caja o el pulso acompasado de unas castañuelas en fiestas patronales.
Esa melodía, familiar y acogedora, resuena tanto en el templo como en la taberna, tanto en la verbena como en el silencio del campo. El Día Internacional del Músico, que se conmemora el 22 de noviembre en homenaje a Santa Cecilia, patrona de los músicos, nos da ocasión para recordar que el arte de la música nos une y nos eleva.
En La Mancha, la música no es un lujo, sino una herencia. Porque de Almagro a Villanueva de los Infantes, de Campo de Criptana a Daimiel, los pasodobles y seguidillas, las jotas y fandangos, se han transmitido de generación en generación.
Ellos hablan de amores y de bailes, de molinos y de tiempos que se fueron pero que siguen vivos en el rasgueo. Hoy, rendimos homenaje a todos esos músicos: Los que tocan en el conservatorio, los de la banda municipal, los que improvisan en la puerta del bar al amparo de una copa y los que, silenciosos, afinan su instrumento al alba antes de una actuación.
La música no es solo nostalgia, es también futuro. En nuestros pueblos manchegos, con escuelas de música que luchan por mantenerse, con jóvenes que ensayan en locales cedidos, tenemos una oportunidad para que la tradición se mantenga viva y se transforme.
Porque la guitarra eléctrica puede convivir con la guitarra clásica, el cajón flamenco con la pandereta de tonada, sin perder el alma. Hagamos que este día sirva para visibilizar la labor de quienes llevan la música sobre sus hombros: maestros, instrumentistas, compositores, técnicos de sonido, promotores.
Y que la comunidad se sume: que un aplauso más fuerte suene en la plaza, que una canción se celebre en la calle, que los jóvenes vean en la música no solo un pasatiempo, sino una forma de expresarse y de pertenecer.
Pues nada: saquemos la guitarra del armario, afinemos el la³, toquemos ese pasodoble que siempre levanta el vuelo en las fiestas y que la zambomba manchega suene como en tiempos de nuestros abuelos. Que cada acorde recuerde que estamos vivos, que la música es puente y es alimento del alma. Feliz Día Internacional del Músico a quienes llenan de notas la llanura manchega, y a quienes, en silencio, la descubren y la disfrutan.
Que la música siga fluyendo como viento de La Mancha, constante, liberadora, eterna. ¡Y que suene fuerte!