Leer para no olvidar: el valor de la voz de los testigos del Holocausto y su legado“Olvidar es violar la memoria y privar al hombre de su derecho a recordar”, Elie Wiesel

Leer para no olvidar: el valor de la voz de los testigos del Holocausto y su legado
“Olvidar es violar la memoria y privar al hombre de su derecho a recordar”, Elie Wiesel

Entre los testigos que eligieron escribir lo indecible se encuentran Viktor Frankl, Elie Wiesel, Violeta Friedman, Charlotte Delbo…, y muchos más. Se atrevieron no solo a contar lo que vivieron, sino a plasmarlo en novelas escritas.

En comparación con la vasta oferta de literatura ficcional sobre el Holocausto, estos textos no buscan entretener, sino recordar lo que el ser humano es capaz de hacer, tanto para el bien como para el mal.

A través de sus páginas se expresa la voz viva de los testigos, quienes relatan lo que vivieron desde la perspectiva más humana y emocional posible.

El silencio en la posguerra

Al ser liberados, el regreso a la vida de los supervivientes no se vivió como el de figuras heroicas o afortunadas. Tampoco fueron recibidos como los mártires que realmente eran.

El mundo exterior resultó ser un territorio hostil, donde muchos reaccionaron con una indiferencia incomprensible ante quienes habían sobrevivido a un lugar donde se aniquilaba en masa a personas en cámaras de gas.

Como señalaron Primo Levi y Eddy de Wind, testigos y autores de la Trilogía de Auschwitz y Auschwitz, última parada, respectivamente, la sociedad de posguerra parecía tener poco interés por recordar lo ocurrido durante la guerra.

Además, la dificultad de narrar un hecho tan cruel provocó que los supervivientes tratasen de superar sus traumas en silencio. Solo décadas después comprendieron que su obligación y deber con la sociedad era narrar lo sucedido para contrarrestar los intentos nazis de eliminar toda prueba de lo ocurrido, un legado que más tarde alimentaría el negacionismo del Holocausto.

Como aseguró la superviviente Dita Kraus, autora de Yo, Dita Kraus, la bibliotecaria de Auschwitz, les era muy difícil abrirse con los demás porque “sentíamos que eran incapaces de comprendernos”.

Por este motivo, recurrieron al arte para expresar una verdad que sabían incomprensible para quienes no la habían vivido, y fruto de su valentía nació la literatura testimonial del Holocausto.

El testimonio del superviviente

La literatura testimonial no requiere de intermediarios, por el contrario, habla por sí misma: contiene enseñanzas y actúa como legado de la propia voz de los supervivientes.

Su importancia reside en que es capaz de resistir a los esfuerzos del tiempo por borrar la experiencia, como expresó el académico Lawrence Langer.

Foto de Albert Laurence en Unsplash

Cuando la palabra resulta insuficiente para abarcar la magnitud del Holocausto, la literatura testimonial toma el relevo y se convierte en elemento fundamental que permite hacer reflexionar a los lectores sobre aquello que puede considerarse ficción, pero que ocurrió en el mundo real.

Superado el silencio de la posguerra, surgió en Europa el concepto de ‘pedagogía de la memoria’. Se vinculó, concretamente, con las prácticas didácticas que llevaban a cabo los propios supervivientes para dar a conocer sus experiencias.

Muchos de ellos acompañaban a alumnos en las visitas al museo de Auschwitz-Birkenau, o participaban en conferencias o charlas dirigidas a los más jóvenes.

El negacionismo del Holocausto

Las formas de negar el Holocausto pasan por las más extendidas, como que Hitler no formó parte activa de los crímenes, hasta las más disparatadas: que las cámaras de gas no existen y se han creado específicamente como una especie de ‘atracción para turistas’, como aseguró el negacionista David Irving.

Violeta Friedman, superviviente de Auschwitz y autora de Mis memorias, quien vivía en España tras los hechos, había escuchado al nazi León Degrelle desmentir en Televisión Española la existencia de las cámaras de gas, por lo que lo denunció intentando preservar el honor de las víctimas.

Tras un largo proceso consiguió que el Tribunal constitucional reconociera que las libertades ideológicas o de expresión no podían ser empleadas para “difundir ideas racistas y de xenofobia”, según contó en un artículo académico su propia hija, Patricia Weisz.

Foto de Edoardo Bortoli en Unsplash

En la actualidad, el negacionismo sigue latente, haciendo que algunas personas duden de la veracidad de este hecho y se amparen en teorías falsas para defender sus ideologías.

Es primordial entender que el negacionismo se fundamenta en teorías conspirativas que tratan de sembrar desinformación, jugando a divulgar fake news.

La importancia de recordar

Tras la liberación, los supervivientes asumieron la responsabilidad de evitar el olvido y transmitir su experiencia a las nuevas generaciones.

Como decía el superviviente Elie Wiesel, escritor de La noche, “olvidar es violar la memoria” y “privar al hombre de su derecho a recordar”.

Por su parte, Jorge Semprún, superviviente español de Buchenwald, se preguntaba quién contaría a las nuevas generaciones la memoria de los testigos, cuando ya no quede ninguno con vida. Una forma de preservar esa memoria es, precisamente, la literatura testimonial.

Fotografía de elaboración propia en el ©Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau (2023).

Como recordó el filósofo George Santayana —en una máxima que aún puede leerse en el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, en un cartel colgado en uno de los antiguos barracones—: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”.

No hacerlo supone ignorar un tiempo en el que quienes nos precedieron ya cumplieron condena por sus errores.

¿Por qué leer literatura testimonial?

La literatura ficcional sobre los campos de concentración es hoy ingente y se ha convertido en un fenómeno de masas.

El tatuador de Auschwitz, la bibliotecaria, la bailarina, las modistas…, atraen más atención que las obras testimoniales. El problema es confundir ficción con testimonio, lo que puede conducir a distorsionar la verdad.

Desde la cuenta de la red social X, —anteriormente Twitter—, del Memorial de Auschwitz desaconsejaron la lectura de títulos popularizados como El niño con el pijama de rayas para el estudio de la historia.

Por el contrario, el director del Centro de Investigación del Museo considera adecuadas obras como El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, Si esto es un hombre, de Primo Levi o Una mujer en Birkenau, de Seweryna Szmaglewska, todas ellas escritas por supervivientes.

Paradójicamente, en Auschwitz, el lugar que más interés suscita tanto a autores como a lectores, la realidad superó con creces a la ficción.

Por eso no necesitamos recurrir a la literatura ficcional del Holocausto para leer relatos estremecedores y poéticos como Ninguno de nosotros volverá, de Charlotte Delbo, más ensayísticos como Más allá de la culpa y la expiación de Jean Améry, o incluso optimistas y críticos desde la ironía, como He derrotado a Hitler, de Rubino Romeo Salmoní.

El autor italiano aseguró que había contado la experiencia a sus hijos y nietos a través de historias comprensibles en forma de “anécdotas divertidas e irónicas”.

Con su actitud Salmoní inspiró la figura del protagonista de la archiconocida película La vida es bella, de Roberto Benigni.

Los peligros de repetir el pasado

El filósofo alemán Theodor Adorno planteó que, en cierto sentido, Hitler había impuesto a la sociedad el imperativo categórico de “orientar su pensamiento” para que Auschwitz no se repitiera y que no volviera a ocurrir “nada semejante”.

Recordó también la importancia de contar Auschwitz a las nuevas generaciones para que estos sucesos no se repitan.

Foto de Антон Дмитриев en Unsplash

Historiadores como Laurence Rees advirtieron de que, una vez ha ocurrido algo como el Holocausto, no se debe permitir que sea olvidado.

Por el contrario, es nuestro deber actuar como herederos de los supervivientes —de los que pronto no quedará ninguno con vida— y mantener viva su memoria como advertencia.

Debemos lograr que cada generación redescubra lo ocurrido y sea capaz de reconocer en el presente los signos de alarma, porque hoy persisten dictaduras, guerras y manipulaciones del poder.

Ninguna sociedad, por muy moderna, democrática o tolerante que se considere, está libre de repetir los errores del pasado.

Por consiguiente, si algo podemos aprender de los relatos testimoniales es que debemos mantenernos atentos ante la manipulación del poder y sentirnos libres de alzar la voz con valentía.

Leerlos no es solo un acto de memoria, sino una forma de resistencia ante quienes intentan manipular la historia.

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