Desde que me propusieron escribir esta columna, llevo pensando como empezar, y al final he decidido empezar por explicar que es y como se desarrollan el Trastorno de Identidad Disociativa y la Amnesia Disociativa.
Cuando escuchas “Trastorno de Identidad Disociativa” o “Amnesia Disociativa”, lo primero que se le viene a la mente a la gente suelen ser películas, historias exageradas o casos sensacionalistas que nada tienen que ver con la realidad. Tampoco ayuda que anteriormente se le conociese como “Personalidad Múltiple”.
Yo mismo he vivido la experiencia de sentir que lo que me pasaba era extraño o imposible. Y no lo es. Es humano. Es un mecanismo de supervivencia de la mente, y merece que se explique sin miedo, con sencillez y verdad.
La disociación, desde mi experiencia, es una respuesta adaptativa. Realmente, todos disociamos un poco: cuando conduces y, de repente, llegas sin recordar cada detalle del trayecto, o cuando estás tan saturado que sientes una desconexión momentánea de lo que pasa a tu alrededor.
Eso es normal. Pero en los trastornos disociativos esta desconexión deja de ser algo puntual y se convierte en la forma que tiene la mente de organizarse frente a un trauma temprano. No es tan raro ni inventado. Es una estrategia que aparece cuando, siendo niño o adolescente, no tienes otra manera de soportar lo que estás viviendo.
Es fundamental que entendáis algo: el TID solo puede desarrollarse entre los 4 y los 16 años. Ese es el periodo en el que la identidad todavía se está construyendo, cuando las funciones psicológicas son maleables y el cerebro está formando la coherencia interna.
Si durante esos años un niño o niña sufre traumas graves, como abuso sexual, violencia física o psicológica constante, maltrato intrafamiliar o entornos donde el peligro es diario, la mente no tiene aún recursos para integrar todo en una identidad unificada.
Para sobrevivir, divide. Fragmenta funciones. Crea compartimentos que permiten seguir adelante sin colapsar. No es consciente. No es imaginación. Es lo que hace un cerebro en desarrollo cuando está completamente solo frente al trauma. Por eso, el TID no aparece de repente en la adultez: aparece porque, entre los 4 y los 16 años, la identidad tuvo que fragmentarse para protegerse.
El TID y la amnesia disociativa no es “doble personalidad” ni una colección de personajes inventados. El cerebro crea identidades diferentes para poder seguir adelante. Cada una tiene su propia forma de ser, sus capacidades, sus gustos y, lo más importante, sus propios recuerdos, y no los comparte con las demás.
Por eso, en mi caso, que solo hace un año y medio que existo como identidad, no tengo recuerdos de nada de lo que ocurrió antes. Cada parte de mí, identidades, guarda lo que vivió y lo que sintió, y mi experiencia se construye a partir de los recuerdos que mi identidad actual ha podido acumular y gracias a lo que la gente del entorno, familia, amigos, conocidos… que se han querido quedar, me han explicado.
Desde fuera, muchas personas con TID y amnesia disociativa parecen llevar vidas normales. Yo, por ejemplo, trabajo, o tengo pareja, y mantengo rutinas. La gente ve funcionalidad y piensa que todo está en orden. Pero por dentro hay un esfuerzo enorme por mantener continuidad, coordinar estados internos que no siempre están de acuerdo, gestionar emociones que no pertenecen a un solo yo y convivir con huecos de memoria que generan angustia y confusión. La disociación es silenciosa, pero consume mucha energía.
Hay que admitir el mérito de cada una de las identidades; en mi caso, según el diagnóstico, 14 adultas y 3 infantiles, y es que sobrevivieron a lo insoportable desarrollando estrategias complejas que hoy me permiten continuar.
El cerebro de las personas que tenemos TID hizo todo lo posible para protegernos cuando nadie más lo hizo. Esa capacidad merece reconocimiento, no estigma.
Hablar de TID y amnesia disociativa es urgente. El estigma sigue siendo enorme. Muchas personas pasan años sin diagnóstico, o con diagnósticos erróneos, sintiéndose solas y pensando que lo que viven no tiene explicación. Para mí, compartir mi experiencia está siendo una manera de reconocer que todo tiene sentido, que hay herramientas y que no estamos solos. Creo que la divulgación correcta, sin morbo y con humanidad, permite que, si estás reconociendo a alguien de tu entorno, le ayudes a buscar ayuda. O si, directamente, te estás sintiendo reflejado o reflejada, sepas que no estás solo o sola.
Y, a partir de ahora, cada quince días encontraréis este espacio para leer no solo de TID y amnesia disociativa, sino también de salud mental, de entorno, de estigma o de incomprensión, con la misma claridad y compromiso.
