El desarrollo urbano sostenible no es solo un concepto ecológico. Es un modelo complejo que busca el equilibrio entre el bienestar social, el dinamismo económico y el respeto al medio ambiente. Supone una forma de entender el desarrollo urbano que satisface las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras. En este marco, el verde urbano deja de ser un mero adorno y se convierte en una infraestructura vital que ayuda a absorber agua, regular la temperatura y mejorar la salud pública.
En ciudades como Ciudad Real, que han experimentado un aumento de 3,6 °C en su temperatura media en los últimos 50 años según la Fundación Biodiversidad, esta necesidad se ha convertido en una urgencia inaplazable.
Ante este desafío, se presentan anuncios de grandes inversiones a nivel nacional y nivel local, como la reciente lluvia de más de 12 millones de los FEDER – EDIL que recaerán en la capital, y cuya inversión superará los 14 millones, según el consistorio local.
Pero actualmente hay proyectos en marcha, como el CRATER (Ciudad Real Activa: Territorio, Ecosistemas y Resiliencia) que se se presenta como una respuesta ambiciosa, financiada con más 3 millones de euros de fondos europeos NextGenerationEU.
CRATER tiene objetivos como mitigar el efecto isla de calor, aumentar la biodiversidad con especies autóctonas, ampliar espacios verdes y mejorar la movilidad, que parecen estar perfectamente alineados con los principios de la sostenibilidad. La renaturalización del aparcamiento del Parque de Gasset y o la transformación del silo agrícola son ejemplos de esta visión.
Sin embargo, la efectividad de este tipo de iniciativas no puede medirse de forma aislada, pues es necesario cuestionar si representan un verdadero cambio estructural o solo intervenciones superficiales.
Participación ciudadana: ¿un valor real o simbólico?
La teoría del desarrollo sostenible subraya la importancia de la gobernanza y la participación ciudadana para garantizar que los proyectos se ajusten a las necesidades reales de la población.
Para el proyecto CRATER, se celebró una Jornada de Reflexión Participativa en la que vecinos y asociaciones colaboraron en el diseño del Plan de Gobernanza y Participación. Esta apuesta por la participación es crucial, ya que el éxito de los nuevos espacios, como el entorno de los silos, dependerá de cómo los ciudadanos los vivan, usen y cuiden.
No obstante, el mismo concepto plantea preguntas críticas al respecto: ¿Cómo asegurar que la participación no se quede en lo simbólico? Un plan de desarrollo urbano realmente sostenible no se implementa desde arriba, sino que se construye con la comunidad. Si la voz de los ciudadanos no influye de manera significativa en las decisiones, la participación corre el riesgo de ser un mero formalismo.
Coherencia de las políticas: ¿Cambio o parches aislados?
CRATER no es el único proyecto que ha buscado la sostenibilidad en la ciudad. Iniciativas anteriores como la estrategia EDUSI, la creación de una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) y los planes para fomentar la peatonalización y el transporte urbano sostenible también han formado parte del discurso de las distintas administraciones locales.
Sin embargo, la verdadera prueba de la coherencia de estas políticas reside en su continuidad y en si se perciben como un sistema integrado.
La instalación de toldos en la Plaza Mayor, o utilizar medios enfocados en el «desarrollo sostenible» para reformar y, después, «privatizar la gestión» de los parkings de zonas que eran o deberían ser públicas, son un ejemplo de la dualidad en la estrategia urbana. Mientras CRATER busca crear una infraestructura verde que regule la temperatura de forma natural a largo plazo, los toldos, por ejemplo, son una solución temporal que, si bien mitiga el calor inmediatamente, no contribuye a la resiliencia urbana de forma sistémica. Este tipo de acciones puntuales dan la sensación de que las políticas son un conjunto de parches, sin un hilo conductor claro.
La cuestión es si estos proyectos, por muy ambiciosos que sean, resistirán el paso del tiempo o si, como otros en el pasado, caerán en el ostracismo cuando vuelva a cambiar la administración local. La estrategia EDUSI, por ejemplo, ha hecho grandes cosas en su ejecución, pero el desafío es que el legado de estos proyectos no se pierda por el bien de la ciudad, independientemente de quien gobierne, y lo mismo con las ejecuciones actuales.
En conclusión, el proyecto CRATER es un paso en la dirección correcta, igual que los FEDER – EDIL, pero la verdadera prueba de su éxito no está solo en los planes o presupuestos. La clave está en la capacidad de la ciudad para integrar los principios de la sostenibilidad en todas sus políticas, evitando acciones contradictorias.
El reto es determinar si Ciudad Real está realmente implantando un nuevo concepto de desarrollo urbano, o si, simplemente, está aprovechando los fondos disponibles para realizar proyectos valiosos de forma aislada, sin una visión estratégica global. La respuesta a esta pregunta, en última instancia, no está solo en los proyectos, sino en la capacidad de la ciudadanía para vivir, usar y cuidar estos espacios, y en exigir que estas inversiones no se queden en una especie de proyecto Kitsch a parches que, no construya un proyecto de ciudad más amable, integradora y con una perspectiva de futuro.